Saber
el sexo del bebé que esperamos, no sólo
implica recibir regalos de un color o de otro, sino que condiciona las
expectativas que la familia deposita en su criatura. Las características
asignadas a cada género influirán en cómo la familia se imagine y construya a
esa criatura. A los pocos días de nacer, agujereamos las orejas de las niñas,
para que los pendientes, no permitan confusión sobre su género; en cuanto su
pelo comience a crecer, no lo cortaremos, sino que la peinaremos con quiquis y lazos para que
nadie dude quien va en el carro.
Nos
enfrentamos a la preocupación de forzar a los niños a que jueguen con muñecas o
regalarle un ‘scalextric’ a una niña que nunca ha mostrado interés hacia los
coches.
La
idea no es cambiar sin tener en cuenta las preferencias de las criaturas, sino
evitar la tendencia social que veta la posibilidad de que éstas elijan
productos no asignados a su género.
Creemos
que promover un uso no sexista, es una actitud responsable. La solución no es
ni imponer ni prohibir, pero tampoco descartar los motivos que nos hacen
decantarnos en la elección de juguetes y considerar que esas preferencias son
espontáneas e innatas.
Una
clave fundamental es identificar el motivo por el cual pensamos que los
juguetes y juegos son "para niños" o "para niñas",
animándonos a derribar esto y pasar a
dar a las criaturas la posibilidad de que exploren tipos de juguetes que
socialmente les son vetados.
Si
en su entorno próximo, la criatura recibe apoyo cuando decide hacer actividades
o juegos asignados al sexo contrario, ese apoyo le reafirmará, limitando el
efecto de las burlas o desaprobaciones que pueda recibir en otros entornos.
Además, el juego representa una oportunidad para cuestionar dinámicas sexistas
como la desvalorización de los roles y trabajos asignados a lo femenino, como
los cuidados de las personas y de los hogares. Estimular mediante el juego a
que niñas y niños aprendan a limpiar, cocinar o cuidar a otros seres,
transmitiendo que se trata de una tarea fundamental para la sostenibilidad de
la vida, serviría para prestigiar el trabajo reproductivo. Y para mantener a
los niños ocupados mientras las niñas juegan al futbol en el centro del patio.
Queremos
evitar que los niños y niñas se conviertan en personas adultas con actitudes
machistas, y fomentar su libre desarrollo como personas, eliminado la
limitación que supone cumplir con un
modelo social preestablecido en función de su sexo, e inculcado mediante el
juego.
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